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La Perfección de una Noche


- “Hoy he creado”, murmuró mientras se acostaba junto a mí, enlazándose a mi pecho con sus manos sensuales, apoyando sus firmes mejillas contra mi espalda.

En esa escena mágica parecía, aún siendo ya el fin del día, que ella acababa de perfumarse, desprendía una fragancia de ... ¿rosas? ¿violetas? ¿jazmines? ... No lo recuerdo, me encontraba embrujado por la suavidad de sus cabellos.

Me di la vuelta para contemplar de lleno su belleza. Sus manos soltaron mi pecho y acabaron en mi cintura. Acariciar su rostro me hizo comprender el porqué de mi incontenible amor por ella. Su silencio solo era externo, sus ojos no dejaban de expresar sentimientos, enmudecían el resto del universo. Me decían un te quiero, un te amo ... nadie jamás dijo nada con tan poco esfuerzo.

De repente, suspiró, su cuerpo se estremeció y se aferró a mí con más fuerza todavía : su hermosura era etérea; intuía que peleaba con Morfeo por no caer en sus brazos, pero el resultado era el mismo: aún dormida, era perfecta; contemplarla era la mayor experiencia para los sentidos.

Acerqué mis labios a los suyos y, suavemente, la besé, encontrando rápido su respuesta. En ese momento nos transportamos ambos a un paraíso imposible, inaccesible a los que solo los enamorados tienen acceso, lejos de un mundo cercano lleno de dolor.

Volamos juntos durante unos segundos que bien podían haber sido siglos, si de mí hubiera sido el poderío del tiempo. Hizo un último esfuerzo con sus dulces y rosados labios , y sonrió... Era mi princesa, ella lo sabía, hacerla feliz era mi única, mi mayor ilusión.

Aún cuando su apariencia externa y figura eran más modélicas, artísticas que reales, no eran su mayor tesoro ni sus suaves piernas, ni sus senos perfectos ni su sensual mirada: la ternura de su palabras durante años habían cautivado mi alma. Antes de conocerla había llovido, llovido mucho. Pero a su lado. la nube, por arte de magia, pasó ... así es la vida.

Su magia te transportaba a un deseo inefable por compartir hasta lo más íntimo y personal con ella ... le gustaba pintar, soñar, todo en ella era arte, realmente dominaba todas las materias. Creaba ilusiones, rebosaba ganas de vivir, buenos sentimientos ... ningún ángel podría ser más celestial como lo era ella. No solo eso: su inteligencia competía con su esplendor, su sinceridad era mayor que su humildad. Era perfecta.

Súbitamente, sus ojos se abrieron: su mirada marrón-verdosa iluminó la oscuridad de nuestra guarida de amor. Allí, abrazada a mí, comenzó a amarme. Su pasión no tenía límites, era mayor que nuestra primera vez ... no escuche de sus labios una palabra pero no era necesario ya que sus besos, sus manos, su precioso cuerpo lo dijeron ya todo.
Jamás sería capaz de describir con palabras lo que ella me dio aquella noche, nada es comparable a lo que su mirada reflejó en mis ojos. Sabia que eso era irrepetible.

A la mañana siguiente, me desperté por el frescor de la mañana. Las ventanas estaban entreabiertas, y olía a lluvia cercana. Me desconcertó el darme cuenta de que a mi lado, en la cama, no estaba ella. Pronto, yo mismo comprendí lo sucedido. Vi una nota colocada junto a la cama, junto a una rosa. Las cogí y ambas olían a ella, esas cuatro paredes fueron complices de su fragancia.

Con cierta prisa y anticipada tristeza, comencé a engullir sus palabras ...
“ Nuestro amor ha sido extrasensorial, tu cariño y el mío no tuvieron límites, nuestra pasión desenfrenada, nuestros besos consagrados por el deseo ... nada será ni sería comparable a lo vivido juntos anoche. Contigo he soñado toda mi vida y dedicaré el resto a seguir haciéndolo. Me marcho ahora para no emborronar la inmejorable obra de arte que ambos realizamos. Si el destino existe y nos es fiel, nuestros labios volverán a encontrarse y continuaremos volando. Hasta entonces, no dejes de soñar... ”

Aún cuando necesitaba su presencia, conocí el significado de su mensaje. Éramos únicos, singulares, y nuestro romance no lo era menos. Jamás volví a besar unos labios como los suyos, jamás volví a sentir lo de aquella noche, ni nadie me dijo ni una millonésima parte lo que ella cuando me observaba.
Pero, pese a su ausencia, cada noche, al acostarme en esas sábanas, las que habían sido único testigo de nuestro amor, recordaba sus caricias y el murmullo de sus palabras...
“ Si amor mío, realmente has creado” sonreí, apoyado en la almohada, sumido poco a poco en un profundo sueño.

Confiaba en que allí, seguramente, la encontraría.

Historia enviada por: Alejandro Sánchez (Gracias por tu colaboración).


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